Una vacuna es una sustancia que enseña a nuestro cuerpo a generar una respuesta inmune para defenderse contra un microorganismo. Así, cuando este patógeno entre en nuestro cuerpo no nos pueda infectar. Normalmente las vacunas tradicionales inoculan en una persona un microorganismo debilitado, muerto o inactivado. Entonces, el sistema inmunitario de este individuo no tendrá problemas luchando contra el intruso que hemos dejado indefenso, y podrá cumplir su función con total normalidad: buscar al extraño, adaptarse a él diseñando una respuesta inmunitaria “personalizada” que permita eliminarle con rapidez y, finalmente, formar una memoria inmunitaria para plantarle cara la próxima vez que aparezca en nuestro cuerpo. En el caso de la COVID-19, el intruso es un virus y se llama SARS-CoV-2.
En la actualidad la ciencia plantea un nuevo tipo de vacunas: las vacunas de ARN mensajero (ARNm), estas se diferencian de las anteriores en que no se inocula ningún patógeno ni fragmentos de este. En su lugar, los científicos crean un ARN mensajero sintético en el laboratorio, el cual contiene una copia de parte del código genético viral. Este ARN mensajero se introducirá en nuestras células y permitirá a la maquinaria celular poder fabricar la proteína viral directamente, la cual estimulará al sistema inmune. La vacuna se basa en la introducción de ARNm que produce la proteína S (de ‘spike’ en inglés) del SARS-CoV-2, es decir, la proteína con la que el coronavirus se ancla y accede directamente a las células humanas.
Uno de los rumores más extendidos dice que las vacunas de ARN pueden modificar nuestro genoma y causar daños desconocidos e irreparables. Sin embargo, lo cierto es que no es posible que este tipo de vacunas pueda alterar nuestro ADN. La molécula de ARN es tan frágil (por lo cual tienen que conservarse a temperaturas bajas) que el tiempo que permanece en las células es muy corto, aproximadamente 72 horas, lo justo para desencadenar la producción de anticuerpos y seguidamente destruirse. Por lo tanto, este ARN no se va a quedar dentro de la célula tiempo suficiente como para poder hacer algo más que producir la proteína del virus y desaparecer. Sin embargo, supongamos puede permanecer dentro de las células por tiempo suficiente. El siguiente paso para alterar nuestro ADN sería poder interactuar con él y esto físicamente no ocurre, debido a que existe una barrera física entre ellos, encontrándose el ADN en el interior del núcleo de la célula y el ARN en el exterior de este, específicamente en el citoplasma.
En conclusión, no hay ninguna evidencia científica en base a lo que conocemos sobre biología molecular que indique que el ARN mensajero usado en las vacunas frente a la COVID-19 pueda tener la capacidad de alterar nuestro genoma. En nuestra biología hay reglas que simplemente no se pueden romper. El problema viene cuando se usa y comparte información incompleta, no contrastada o simplemente incierta.
©Ikerne Rosales, bióloga
Fuentes: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-vacunas-frente-covid-19-no-pueden-modificar-nuestro-genoma-202012161215_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F, https://www.newtral.es/bill-gates-vacuna-coronavirus-adn/20200623/, https://www.larazon.es/ciencia/20201126/j5cpi5qyyjhgfa436x7qkemotq.html, https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/asi-funcionan-vacunas-arn-mensajero_16221 y https://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/el-mundo-ante-la-pandemia-800/vacunas-de-adn-o-arn-contra-el-nuevo-coronavirus-18662.
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